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martes, 1 de mayo de 2018

La estrategia había quedado abandonada, se trataba de sobrevivir. Africanus, el hijo del cónsul/ III Parte de mi crónica China Ultra 100km

" La historia se desarrolla en un futuro cercano, en el que una raza alienígena tipo colmena llamada Mimics, ha llegado a la Tierra realizando continuas agresiones, reduciendo a escombros grandes ciudades, y dejando millones de víctimas humanas a su paso. Ningún ejército del mundo puede hacer frente a la velocidad, brutalidad, clarividencia de los militarizados combatientes Mimics o de sus telepáticos comandantes. Pero ahora los ejércitos del mundo han unido sus fuerzas para realizar una ofensiva de largo alcance contra las hordas alienígenas, sin que haya una segunda oportunidad. 

El Teniente Coronel Bill Cage (Tom Cruise) es un oficial que nunca ha visto un día de combate cuando es degradado sin ceremonia alguna, y después asignado, sin entrenamiento y sin buen equipamiento, a lo que equivale un poco más a una misión suicida. Cage muere en unos minutos consiguiendo llevarse a un Alpha con él. Pero de manera increíble, se despierta al comienzo del mismo día, y se ve obligado a combatir y morir de nuevo...una y otra vez.

Pero cada vez Cage, se hace mas fuerte, inteligente, capacitado para enfrentarse a los Mimcs con creciente habilidad, junto con la guerrera de las fuerzas especiales Rita Vratasky (Blunt), que ha vencido a mas Mimics que ninguna otra persona en la Tierra. Mientras Cage y Rita luchan contra los alienígenas, cada una de las batallas repetidas se convierte en una oportunidad para encontrar la clave para aniquiliar a los alienígenas y salvar la Tierra." (Al filo del mañana)

Al filo del mañana

Al filo del mañana


Se me vino a la memoria esta película, no al instante de la largada sino increíblemente segundos después. De pronto me ví en el papel de Tom Cruise, el Teniente Coronel Bill Cage...

La largada



...Largamos aproximadamente 200 corredores, hacia nuestro destino final: completar 30, 70 y como yo, junto con un puñado de corredores, completaríamos los 100 kilómetros, recorriendo un trazado salido de una inteligencia superlativa, a través de una geografía, por lo menos para mí, casi imposible. Un bosque tan apretado, perverso, brillante y soberbio.

Primeros pasos hacia los 100km


 Todo mi ser se debatía en el lodo, las subidas verticales y en caracol , los descensos, igualmente de irreverentes, las piedras milenarias tan lisas o tan en punta, las raíces enredadas que salían del suelo. Las espinas (logré sacarme 24 espinas del cuerpo y 1 que tenía en el alma...). Los precipicios... muchas veces llegué a pensar ésta sonsera: Si calzo medio punto más me voy abajo, sin remedio...Los sembrados, los arroyos, la noche sin luna. La lluvia que de a ratos caía con una intensidad inescrupulosa. Cada 10 kilómetros había un puesto de control, que significaba para mí, una batalla terminada, y el comienzo de otra para hacerlo mejor. Pero lo hacía peor. Volvía a morir irremediablemente. Y volvía a vivir para enfrentarme a la misma batalla, entrando como en la película, en ese bucle temporal, condenada o bendecida a vivir otra vez tan inmenso desafío.

Promediando el kilómetro 20 quedé tendida en el suelo en una posición poco decorosa. Fue necesario. Porque me hizo pensar. Y vaya si pensé! Así como Dios me había dejado en el suelo humillada, boca abajo, escupiendo lodo, acerco mi mano izquierda a mi cara, y corro el puño de mi campera para controlar el tiempo en mi reloj y asi replantear mi estrategia. Si seguía a ese ritmo y con ese medio centenar de caídas acumuladas, arrastrandome en cuatro patas, no iba a alcanzar la meta. No veía la forma en que mis pies se afirmaran a La Tierra. No había forma!!! Pero cuando intento rediseñar mi estrategia, mirando por debajo de mi campera y a la altura de mi muñeca, mi reloj ya no estaba. Quedó en algún lugar del bosque. Sonreí. Si me querían débil, fuerte me iban a tener. No iba a salir de ahi, hasta cruzar el km 100. Miro entonces mi mano derecha, y vaya a saber dónde, pero tambien se había volado mi portagel de mano. Toco mi espalda con cierto temor, para asegurarme que mi mochila no se había perdido, y bendito sea Dios, me la había dejado puesta. No me la sacó. Todo ese estudio meticuloso que hice sobre mí, y sobre mis armas, no me tomó mas que un par de minutos (creo yo, porque ya no tenía noción del tiempo). Pero cuando me volví a poner de pié, decidí que si tenía que morir 100 veces para hacer 100km, lo iba a hacer y feliz. Todo eso parecía un bosque apretado. Lo podía ver así. Pero pronto pude darme cuenta, que en verdad era un campo fértil para llenarme de saberes y profundos sentimientos de realización personal.

Siguiendo la marcación


Mi estrategia entonces, ya sin reloj, fue abrir todos mis sentidos, pisar lento, firme, amigarme con mis pies, con la inseguridad que me provocaba caer, y volver a levantarme pero sin mortificarme. Poner la paciencia como bandera, emocionarme, reirme, respirar profundo, dar gracias, cantar, hablar con Dios, pero sin pedirle nada y así llegar antes de las 30 horas. El límite para los que corríamos los 100 kilómetros.

Ya había echado a andar, y unos corredores quisieron prestarme sus bastones de trekking al verme tan en el suelo. Por supuesto que no. Aunque agradecí. Como lo veo yo, si la naturaleza me daba algo de paz, de ayuda para continuar el camino, lo iba a tomar, pero nada de bastones industriales ni de gps, ni tecnología que me alejara de mis sentidos. Demasiada ventaja era ya correr en zapatillas, que por cierto, no eran "zapatillas de trail". Poco me costó la pérdida del reloj, en mi moral. Era la naturaleza y yo. Las dos solas. Ella me iba a dar y me iba a sacar...y yo tambien...Así se había planteado la batalla entre nosotras. Implacable.

Me da la impresión de que el día a día es un bombardeo constante: las noticias, los juegos, las plays, los ipads...Quizá llega un momento en que para la gente es interesante volver a la Edad Media, cuando no existía nada de ésto. Ildefonso Falcones. 


Simple


Simple



Mientras desandaba el camino, con ese pensamiento como estandarte, a mi costado aparecieron un montón de cañas de bambú apiladas. Me detuve. Las miré y las estudié una por una...como si supiera lo que buscaba. Recordé el callado que encontré en la BR135 y que me ayudó tanto a continuar...Elegí una caña gruesa, casi de mi altura, pero con un par de nudos, en dos lugares importantes, a la altura de mis manos donde quedarían fijas, evitando asi el deslizamiento de ellas, y por consiguiente la aparición de ampollas (lo que me faltaba, pero venía bien de eso. Venía bien de fuerzas, de fé y de alegría.) Fue el momento de hacer un pacto con mi caña de bambú. Nos miramos. Estábamos frente a frente. Nos prometimos lealtad y una amistad  que quedaría inalterable a través de los tiempos, aún cuando tuviéramos que separarnos. Varias veces me ofrecieron los bastones industriales u otras cañas mas finas y pequeñas. Pero mi caña y yo, ya estábamos unidas por un fino pero irrompible hilo de plata. Estoy convencida que era la única caña del bosque que no iba a abandonarme en todo el recorrido. Por supuesto que ya no sólo hablaba con Dios, también hablaba con mi caña. Nuestra relación y nuestro juramento se fortalecía. Hubo momentos muy difíciles de afrontar. El camino nunca dejaba de ser complicado. Pero a mí, en esos momentos, se me hacía indispensable poner a salvo mi caña primero, y luego subir o bajar según el capricho del trazado de la carrera. Después rescataba mi caña y así continuábamos el viaje. Me caía menos, con ella, sin dudas. Pero ya iba sola, rezagada, sin tiempo y luchando con todas mis fuerzas. Llegué al kilómetro 50 sorprendida, muy sorprendida porque atardecía, y según mis sensaciones todavía no debía atardecer. Le achaqué a las nubes la falta de luz, pero rápidamente tuve que asumir que atardecía y que había puesto aproximadamente 15 horas para hacer 50 kilómetros!!! Pero terminé reconfortándome con este pensamiento: Ya hice la mitad! Solo me quedan 50 kilómetros y 15 horas a mi favor. No me sobraba nada, pero no lo veía imposible. Me detuve entonces en los puestos solo para aprovisionarme. No cambié de ropa ni de nada, a pesar que la Organización llevaba allí, todos los bolsos que dejábamos preparados para tal fin. Solo continué con mi ritual. Después de pasar cada control, le preguntaba alegremente a mi caña: "Are you ready???" Y ante el sí y la celebración de todo salíamos en busca de un nuevo y mejor renacimiento.

Paisajes


Promediando el kilómetro 60 dejo mi caña en el suelo, para sacar comida de mi mochila. De espaldas al camino, escucho el ruido de un motor que avanzaba hacia mí. Y un ruido más doloroso: el crujir de la caña, de mi caña de bambú! No! Por Dios! El auto había aplastado su cabeza! La tomé en mis brazos. Lloré. Sola. La socorrí como pude y la reparé lo mejor que pude. Entonces le pregunto: "Are you ready?" con la garganta hecha un nudo, y ante el glorioso sí de ella y a pesar de su terrible y doloroso accidente, salimos juntas otra vez al camino. La bronca también es energía, y ahora creo que a veces juega a favor. Fueron unos kilómetros donde pude sostener un ritmo parejo, y sin caerme. Como que mi ser iba tomando la forma de la naturaleza misma. Ya era parte de ella. Sentía como ella. Actuaba como ella. Tal es así que a partir de ese episodio, no volví a caerme. Como si mis pies hubieran aprendido a pararse en ese suelo tan inestable, que no perdona, que golpea y fuerte. Y así, transcurrieron los 70 kilómetros, los 80 kilómetros y los 90 kilómetros. Del kilómtro 80 al 90, fueron si se quiere, "rápidos", sin trepadas imponentes. Como una tregua. Esto de combatir y morir de nuevo, me había dado una habilidad que no tenía al principio. Cada batalla, cada puesto de control pasado, era una oportunidad para desentrañar esos 100 kilómetros.

Paisajes


Estaba a solo 10 kilómetros de salir victoriosa de esa batalla. Según sentía mi cuerpo, dos horas, tal vez me separaban de la meta. Venía endulzada y confiada de esos 90 kilómetros y creí ingenuamente que me esperarían, según mi lógica, otra vez una recta final de 10.000 metros, distendida, como premio, como una mano tendida del "trazador", como una bendición de Dios. Que ya no volvería a morir. Que había cumplido. Que había comprendido, y que había crecido. Que los 10 kilómetros, iban a ser un premio por sí solos de haber luchado con todas mis fuerzas durante 28 horas, sin detenerme, sin armas, sola. Al salir del último puesto de control, junto a mi caña de bambú la adrenalina que me brotaba hasta por los poros me anunciaba la llegada a la meta. Pero eso duró unos pocos segundos, porque estimados lectores, tuve que volver a morir en una cuesta prácticamente vertical, la observé desde su base, tan altanera, y fue la única vez que le imploré a Dios: No! Dios mío, que es esto??? Miré mis piernas y observé mi muerte lenta, pero para mi sorpresa, no dejaba de subir. Ya no eran mis fuerzas. Mi caña era invencible. Eso ya lo sabía. Me apoyé en ella como no lo había hecho antes y ella cuidó de mí, y paso a paso en unos últimos 10 kilómetros retorcidos, me llevó al final.

Carlos y Javier, acompañandome a la meta con la bandera argentina.


Creo que aproximadamente en el kilómetro 98, alguien de la Organización se acerca con un celular y escuché la voz de Carlos, el ingenioso trazador, que para ese momento dejó de ser la mente macabra que había planeado todo eso, sino mi querido Carlos García Ultrarun. El hombre que virtualmente conocí cuando empecé a correr ultramaratones, a través de un foro español, riquísimo en saberes y del cual yo participaba. Había llegado el momento de conocernos como Dios manda, con el abrazo, el cariño y el respeto mutuo. A través del celular, la voz de Carlos fue la voz de todos mis seres queridos, los que había dejado en Argentina, de Luiz, en Brasil, y Adrián en Guilín. Sus palabras eran las palabras de mi familia, de todos mis amigos, de todos los que me ayudaron a llegar a China y correr algo tan pero tan difícil para mí. Carlos me invitaba a la celebración de mi llegada. Que iba a salir a buscarme. Y así lo hizo, desplegando junto a Javier, mi bandera argentina. Recién en ese momento conocí a Javier que con su voz tan orgánica y divertida repetía: Pero qué cojones tienes mujer! Venirte del otro lado del mundo sola, y a correr estos 100 kilómetros!!! Verlos venir con la celeste y blanca de par en par...entonces ahi sí, la adrenalina hizo el resto. Crucé la meta plena, en medio de la celebración de todos fundida en abrazos y ovaciones a mi país.


Recibiendo mi medalla y mas regalos


Celebrando


Ahora sí, llegó la hora de agradecer a esta Organización esbelta, bella, profunda, paciente, servicial, responsable. La eficiencia y el cariño de Ejay. El marcado de la carrera fue perfecto. Pero perfecto de verdad. Sin dudas que llevar un gps, era un despropósito. Aplaudo eso y felicito a cada integrante del staff que estuvo alerta en cada puesto de control, por la calidez y la premura para resolver cada situación planteada, a los médicos siempre dispuestos a curar. Chapeau!!!

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Epílogo: Mi caña de bambú fue entregada a la Organización como muestra de todo el amor que puse para terminar esta carrera. Mi caña de bambu fue símbolo de simpleza, y esfuerzo arduo que es lo mismo que decir China Ultra 100km.

Los Mimics que no pudieron conmigo fueron: la deseperanza, el rencor, el desamor, la vanidad, y la incredulidad.

China Ultra 100km Edición 2018, se celebró en la antigua ciudad de Xingping, en Guilín, provincia de Guangxi. el sábado 14 de abril. Hay tres categorías diferentes: 30 kilómtros, 70 kilómetros y 100 kilómetros.El desafío se desarrolla a través de bosques ,y formaciones karsticas, cuevas de piedras y bellísimos paisajes de pueblos detenidos en el tiempo. El desnivel acumulado de este desafío fué de 3793 mts para los 100km; 2597mts, para los 70km y 1182 mts, para los 30km.

Saliendo

Llegando con mi caña de bambú






Celebrando

viernes, 27 de abril de 2018

No hace falta escribir sobre China, escribe sobre lo que llevas dentro ( Henry Miller) II parte de mi crónica de China Ultra100km

El sábado 7 de abril, subimos a la camioneta de mi hijo, rumbo al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini ( Ezeiza). Estábamos felices, emocionados. Las palabras de un hijo, uno no las olvida. Y cuando son dos, los hijos que hablan, las palabras son puentes de amor. Son el Norte. Son un abrazo que cruza mares, océanos, montañas, desiertos. Podés perderlo todo en el viaje, pero no sus palabras. Y, como si fuera poco, Blanca, mi amiga de todos los tiempos, nos acompañaba. Compartir la alegría intensa, profunda, con los amigos, es reconfortante. Y las sorpresas...que al darme la vuelta, después de hacer el chek-in, me encuentro con la sonrisa inmensa, de Martín, mi gran y leal amigo gladiador, momento que mis hijos habían reservado silenciosamente para hacerme mas felíz todavía. Estaban todos complotados en esa sorpresa, y ese gesto me lo metí bien adentro del corazón. Iba a estar 36 horas volando. Imaginando mi carrera. Mi batalla. Mis rituales. Mi gente. Mi gatita Tasha. Gente nueva, lugares nuevos.

Joquín, uno de mis hijos amados.


La despedida en el Aeropuerto: Blanca, Martín
y mi hijo!




Mi primer destino, era Hong Kong, previa escala de once horas en el aeropuerto de Dubai, para luego sí, volver a embarcar rumbo a Hong Kong, que significaban ocho horas más de vuelo. Tenía un lindo tiempo para ejercitar mi paciencia ultra y recorrerme el aeropuerto de Dubai, unas cuantas veces...no muchas porque es inmenso y derrocha lujos y tentanciones por todos sus poros. Hay que ser muy fuerte para no caer rendido en sus brazos. Yo lo fui. Solo le consumí un café...mas no le iba a dar. Las once horas se me pasaron volando (vaya coincidencia). Llegué al aeropuerto de Hong Kong a las 21.30 del lunes 9 de abril, y en ese instante comenzaba a librar mi primer batalla: llegar al hotel donde pasaría la noche, para luego, al otro día, llegar a mi tan anhelado destino: Guilín.

En el Aeropuerto de Dubai.

En el Aeropuerto de Dubai


Cuando puse mis pies en el Aeropuerto de Hong Kong, saqué mi libretita, donde había anotado todas las indicaciones que me dió Luiz, mi amigo de mis ultras en Brasil. Lo primero que noté es que las cosas se iban a suceder tal como él me había indicado. Todo está perfectamente señalizado. No tenía porqué perderme. Y si en algún momento dudaba, preguntar era la mejor opción. Los hongkoneses son extremadamente solidarios. Para eso también me había hecho, siguiendo el consejo de Luiz, unos cartelitos con el nombre de las ciudades, y palabras claves que iba a necesitar decir, para llegar en primer instancia al hotel y no morir en el intento. Palabras como metro, tren, taxi, hotel, M1 Hotel North Point (con su mapita incluído); y desayuno, bananas, pollo, huevo y cosas así, para no morir de hambre. Esa estrategia fue muy útil y me salvó más de una vez. Como tambien bajarme una app para poder traducir del español al chino y tambien al inglés.
Mi libretita

Cartelitos



 Todo hubiera sido más fácil si me tomaba un taxi directo al hotel...y más costoso. Pero imagino que casi todos ustedes saben cual es mi espíritu, cuando de aventuras y desafíos se trata. Me preparé bien en Argentina (por lo menos así lo creo) para poder atravesar una ciudad majestuosa y de noche, en los medios de transporte si se quiere, mas accesibles y económicos, donde me iba a encontrar con muchos chinos y muchas situaciones para resolver. Iba a mantener mi mente alerta, iba a aprender más, iba a ser más complicado sin dudas, pero pasar por alto el verdadero ritmo de la vida honkonesa, su corazón más vivo que nunca, no tenía perdón. Iba a estar ahí, un sólo día. Lo iba a exprimir.

Cada 100 metros el mundo cambia. (2066). Y eso es Hong Kong. Cien metros y cambia...otros cien metros y cambia...

Emprendí la búsqueda de mi hotel siguiendo los carteles que me llevarían al tren Airport Express, tal como lo tenía anotado en mi libretita. Tenía que bajarme en la Estación Hong Kong. Lo hice. De ahí tenía que caminar siguiendo los carteles, y llegar a la Estación Central. Caminar, lo que se dice caminar era un juego que jugué como una niña, de escaleras mecánicas y ascensores por doquier. Una maravilla. No se olviden que además iba con una mochila y una valija XL, tratando de no atropellar a ningún hongkones. Pero lo hice con una habilidad que me sorprendió (la de atropellar, ja). Pero tranquilos, la superpoblación en Hong Kong, no mermó despues de mi paso desafiante por esos lares. Una vez que llegué a la Estación Central, debía buscar el metro, la línea azul, (Línea Island Line) y bajarme en la sexta estación: North Point. Si lograba llegar hasta allí, a pocas cuadras debería estar mi hotel.

La red de metros donde me sumergí!


Salí del metro. Subí las escaleras y respiré el aire de Hong Kong. Muchas personas iban y venían con mascarillas. La contaminación es un tema alarmante. Pero yo me llené los pulmones igual como queriendome meter esos mil kilómetros cuadrados en el alma y de una bocanada, para no olvidarme jamás. Pero fue ahi, parada, que no supe si tenía que caminar hacia la derecha o hacia la izquierda. Tenía el mapa pero el cansancio ya no me dejaba discernir con claridad. Fue entonces que cruzamos las miradas con un pibe chino que también salía del metro. Y le digo en un terrible inglés: "you can help? I have to get here" (mostrándole el cartelito con la dirección del hotel). No solo me indicó hacia donde tenía que ir sino que tomó mi valija XL, y me acompañó hasta la puerta del hotel, que no fueron más de 5 cuadras, pero para mi desorientación era una inmensidad. Un ángel, el pibe. Y así, contentísima hice mi entrada triunfal, cual guerrera salida del tunel del tiempo, al  M1 Hotel North Point. Tranquila. Más cerca de mis 100km. Agradecida.

Después de dejar la valija XL y sacar cosas de mi mochila en la habitación del hotel, me fui a caminar por Hong Kong, cené en un restaurante internacional (tratando de seguir lo más ordenadamente posible la alimentación para mi carrera), y me fui a dormir, con la ansiedad que me provocaban esas horas que me separaban de mi destino final y que me iba a marcar para siempre: Guilín.

Hong Kong es impresionantemente concurrido. Con sus más de siete millones de personas, repartidas en poco más de mil kilómetros cuadrados, es sorprendente saber que para colmo que su extensión es mínima, no toda es habitable. Hong Kong tiene una geografía llena de colinas y escarpadas. La población se amontona en pequeños segmentos, lo que lo hace bien increíble para pensar que hay lugar para todos. Y ahi están. Con más de mil doscientos rascacielos, Hong Kong es una ciudad vertical empeñada en dominar el entorno a base del ingenio. Plagada de lujosas galerías comerciales, son los hacedores de un ecosistema propio de pasajes subterráneos, ascensores y escaleras mecánicas. Y lo estaba viendo. Viviendo. No me alcanzaban los ojos para ver, asi que abrí todos mis sentidos. Mi corazón estallaba de alegría y curiosidad, de saberme al otro lado del mundo, y qué mundo tan diferente y poderoso, con toda la energía para alimentarme de acá a la China. (nunca mejor dicho).

Hong Kong

Hong Kong


A la mañana siguiente y después de desayunar mi próximo desafío era llegar en metro a la frontera con China Continental y bajarme en la estación Lok Ma Chau. De ahi, el metro a Shenzhen. Pasar los controles y buscar la línea 4 (roja) que me dejaba en la misma estación donde salía el tren para ir a Guilín. Para conseguir pasaje en ese tren bala, es necesario sacarlos con bastante antelación (una semana, diez días). Quien estuvo ahi? Quien sacó mi pasaje? Si, señores!!! Adrián!!! Que con solo mandarme la foto a mi celular, del boleto, y en su momento mostrarlo en ventanilla, ya era suficiente para comprobar que tenía mi boleto de tren y qué podía viajar a Guilín.

Mi pasaje a Guilín


Me subí a ese tren bala y recorrí los seiscientos kilómetros que me separaban de mi destino final, nada más y nada menos que en 3 horas. Recorrí toda esa extensión de formaciones rocosas bajo un  cielo gris, mezclado con bancos de niebla, que lo hacían más fantástico todavía, presagiando lo que iba a ser días más tarde, el recorrido de los 100km. Disfruté de esas vistas y de esos medios de transportes tan bien diseñados, que se deslizaban silenciosos como una serpiente ondulante, y veloces como una chita a la caza de su presa.. Es sorprendente la puntualidad en la salida y la hora de llegada de los trenes. Todo perfectamente coordinado. El servicio a bordo. La comodidad. Cuando me senté y puse a mi lado mi valija XL, se acercó una azafata y me indicó (en inglés) que había un lugar para guardarla y que así, yo viajaría más cómoda. Asi fue, un compartimento especial para guardar valijas, incluso la mía. Y la velocidad in crescendo...

El tren bala.

El tren bala.


Llegué a Guilín, a la hora señalada. Y la grata sorpresa fue, cuando al salir de la estación, Adrián estaba esperandome para darme la bienvenida y darme las últimas indicaciones para que pueda llegar a Yangshuo, donde estaba mi hostel y la largada de China Ultra 100km. Tan cerca de mi batalla, y yo tan plena...

Yangshuo es una localidad muy pequeña de poco más de 300.000 habitantes, ubicada a 60km al sur de Guilín y a orillas del río Li. Sus colinas tan particulares y bellas son de orígen calcáreo. La base de su economía es la agricultura, pero es también una de las zonas preferidas del turismo nacional e internacional. Tal es así, que en las calles se forman verdaderos mercados de artesanos, donde venden sus pintorescas creaciones. Comprarles y encontrar el mejor precio tambien es un arte que conviene desarrollar. Es donde se pone de manifiesto el famoso regateo. Y créanme que estuve fantástica y a la vez sorprendida de haber desarrollado en pocos días, la habilidad del regateo...creo que en la próxima vida seré actriz.

Llegué a Yangshuo al atardecer del mismo martes 11 de abril. Pregunté por mi hostel, con mis cartelitos a una mujer china que no solo me indicó, sino que me acompañó hasta donde tenía que ir, caminando ella adelante, haciendo señas y hablando cosas incomprensibles para mí, y yo detrás con mi valija XL, obediente, y entregada a sus pasos. Cuando llegamos, después de agradecerle, ella siguió su camino. Otro ángel...

Poner un pié en ese hostel fue tambien empezar a vivir detenida en el tiempo. No faltaba nada. Todo era sencillo, agradable, armonioso, limpio. Atendido por personas muy solidarias, especiales. Y como si fuera poco, se alojaban también en ese hostel, una española y un estadounidense con quienes entre otras cosas pude confiar la traducción del idioma. Si bien tenía mis cartelitos y la app, con ellos, todo se hacía más fácil y eficiente.

Mi hostel en Yanshuo

Mi hostel en Yanshuo.


Los días previos a la carrera pude disfrutar a pleno de los paisajes y de los mercados artesanales. Esas largas caminatas me ayudaban a esperar tranquila mi batalla. Pero también me emocionaba a cada rato. Situaciones de la vida cotidiana que mostraban claramente una forma de vida austera, no pobre, pero simple. Una filosofía de vida que mi padre me enseñaba cada día de su vida, y que al recordarlo, en esas tierras, me conmovía, me acercaba a él, añorándolo, resonando aún sus palabras en mi cabeza. Una filosofía que acá en Occidente, y en esos tiempos, le costó la vida. Tengo que parar de escribir. Con los ojos empapados no puedo seguir. Denme unos minutos...

La vida en Yanshuo

Un pintor.

Paseando.


En una de esas caminatas, cruzando un arroyito, veo a una mujer lavando la ropa en sus orillas, y golpeando con fuerza sus prendas, sobre las piedras para limpiarlas...era una imágen de la edad media. Quise fotografiarla, pero muchas veces, durante mi estadía en Yangshuo, me sucedía sentir que no debía hacerlo. Que debía guardar esas imágenes en el corazón y en la mente. Ví pintores dibujando paisajes, que frente a su sencillo atril pasaban horas desarrollando sus obras, sentados en un rudimentario banquito. Los vendedores ambulantes. La arquitectura. Todo estaba armoniosamente detenido en el tiempo. Y llego hasta acá con esta segunda entrada porque bien dicho está: No hace falta escribir sobre China, hay que escribir sobre lo que llevas dentro. Y dentro mío llevaba las ansias de aprender, de compartir, de agradecer, de correr, de vivir...(continuará...)


Simple.
Yanshuo y yo.

miércoles, 25 de abril de 2018

La vida es una partida misteriosa (Africanus) (Crónica de mis 100km en China/ I Parte)

Corría el mes de marzo. Estába deleitándome con unas imágenes de mi apreciado Carlos Ultrarun, en Facebook, cuando una de ellas, bellísima, me traspasó. Hice un comentario sobre la foto, de esos que permite la red social , sólo con una onomatopeya: "ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh". No me salían las palabras para explicar, lo que me provocaba esa imágen, y que fuera el reflejo de una carrera de ultradistancias. Pero Carlos, tal vez, supo apreciar ese decir mío, y en minutos tenía su mensaje privado, invitándome a correr por esos lugares. Se trataba de un ultramaratón de 100 km, nada más ni nada menos que en China. Estábamos a poco más de un mes de la fecha de la competencia. Todo se me vino a la mente: el entrenamiento, China, Guilín,  el viaje, cuantos días, el dinero, el trabajo, Tasha, y mil cosas mas que pronosticaban más, un seguir mirando fotos, que un desafío a más de 18.000km de casa.



Hay cosas que no se pueden explicar. Creo que así, son las cosas de Dios. De todas maneras trataré de hacerlo lo mejor posible. El asunto es que con la fuerza y el cariño de muchas personas, en poco menos de dos semanas todo se dió vuelta, y tenía más posibilidades de plantarme en la línea de largada de China Ultra100km, que de seguir mirando imágenes en mi computadora. Y todo eso que me llevaba siempre, mas de medio año, gestionar, para concretar un desafío, se resolvió a los pocos días. La dirección de mis entrenamientos las ajustó con inteligencia y pasión, mi profe Julián Etchegaray, y con el Norte claro: China Ultra100km. Guilín. La rifa solidaria comandada por mi bello Grupo de Entrenamiento: El Grupo de Segu, y quienes sin conocerme o sí, colaboraron comprándola. El apoyo contundente del Municipio de Olavarría. La mano tendida de la Familia Vazzano y la Familia De La Quintana. Mi brillante Natalia Almada, que me inspira y me arenga a dilucidar mi vida, para abrirme a los días sin temor y con coraje. ProRun, leal e inalterable lazo a través de los años. Sergio Siadore, un gran amigo mío y de todos mis desafíos. NOAF completando  todo mi armamento para la batalla, como siempre, como cada vez que voy a una de ellas. Mi amigo El Negro, (el tutor) que cuidó fielmente de mi amada Tasha. Luiz que entre otras cosas me enseñó a usar el metro en Hong Kong con eficiencia. Adrián...Adrián que tiene un párrafo aparte. Mis hijos, que crearon puentes de amor con sus palabras, con sus abrazos, con sus besos, con sus risas y que estuvieron conmigo metro a metro, batallando esos 100km. Todos esos gestos iban provocándome más amor y más confianza a lo que para mí, era volver a correr, volver a plantarme en una línea de largada después de cuatro años larguísimos.



Fueron días de recibir mucha ayuda, mucha comprensión, muchas esperanzas. Fueron días que jamás voy a olvidar. Fueron días que me dejaron una enseñanza cabal: Hay que hacer las cosas que uno quiere con fe. Hay que hacer las cosas que uno quiere con alegría. Pero por sobre todas las cosas hay que ser agradecido y actuar en consecuencia. O sea hay que dar. Hay que ser parte del mundo que se erige solidario. No hay que romper esa cadena, hay que alimentarla. Hay que sumarse. Van a ver cómo, a lo largo de la crónica, que todo lo que me sucedió pertenece, y hoy está dedicado a esa parte del mundo.

Cuando estaba en la cola en la Embajada de China, para hacer la visa, con todos los papeles que me pedían, me armé de paciencia. La cola era larguísima. Iba a llevar un tiempo ahi. En un movimiento, miro sobre mi hombro y observo a un señor que como yo, tenía un folio con toda la documentación, y que dejaba ver el formulario que teníamos que llevar completado, con su foto pegada. Me dí cuenta, entonces, que yo no había pegado la foto y le digo preocupada: "No pegué la foto!!!" Y con voz muy tranquila me contesta: "No te hagas problema, adentro hay para pegar. Vengo siempre. Viajo seguido" ...y fue así que entablamos una cálida conversación  que ni yo iba a imaginar donde iba a terminar. Fue mas o menos asi:

Yo: Viajás seguido a China?
Adrián: Vivo allá!
Yo: Ahhhhhhhhh! Asique vivís en China? Hace mucho?
Adrián: Un par de años (creo que me dijo). Vivo en Guilín.
Mi cara se transformó. Ustedes mientras leen, sabrán imaginarme. Todo mi ser se transformó, y entonces arremetí con más preguntas. No podía ser una broma.
Yo: Guilín????? Pero si yo viajo para allá!!!
Adrián: Pero mirá que bueno! Es la primera vez? A qué vas a Guilín?
Yo: Si, es la primera vez que viajo a China y voy a Guilín a correr.
Adrian: Hay alguna competencia?
Yo: Si, voy a correr 100km
Adrian: (asombrado) Qué bien! Bueno, éste encuentro es de Dios, Susana, me dijo. Si hubieras estado dos lugares más adelante, o adentro de la Embajada, no nos hubiéramos cruzado. Ahora tenés un amigo en Guilín, y todo lo que necesites y pueda ayudar, contá conmigo.

Y así fue. Adrián fue un amigo argentino en Guilín, que estuvo cada vez que lo necesité...China es inmensa. Y a mí me sucedió cuando más lo necesitaba, que detrás mío, sin saberlo, tenía un amigo que estaba radicado, en una de las miles de ciudades chinas, pero justo en el mismo punto donde iba a correr.
No sé si a ustedes les pasó de tener que ir a un país, con una cultura tan extraña como sorprendente, donde sospechás que vas a estar perdido y confundido la mayor cantidad de días que salgas a vivir, y en el camino, de la nada ( o no), se te aparece otro argentino, que alimenta esa cadena solidaria de favores sin esperar nada a cambio. Es de Dios.



Me fui tan plena de esa Embajada, con tan buena energía, que cuando terminé de hacer la visa, me fui a comprar un conjunto deportivo, a una tienda en el centro, y entré en un sorteo de ropa que promocionaba el negocio, y me gané el premio!!! Ese mismo día! Es de Dios.

Volví a Olavarría. Cerramos mi entrenamiento en Sierras Bayas con cuatro ultrafondos maravillosos, uno atrás del otro. Coincidiendo con Semana Santa, corrí toda la santa semana. Pasando en uno de ellos por Colonia San Miguel, y haciendo una parada técnica en la hermosa Casa de Piedra, y recibiendo todo el cariño y bebida fresca que necesitaba, de Alejandro y Andrea. No voy a olvidar ese día. La felicidad me embargaba, como el aire que respiraba y bajaba cada día de las sierras con una sonrisa que no se me salía ni para dormir..



Llegó el día de partir. Llegué a Buenos Aires el día 6 de abril. Corrí por Puerto Madero, como para bajar lo que no pude bajar ni siquiera al día de hoy: el nivel de adrenalina. Me tocaba la piel, y sentía el mapa de las venas de todo mi cuerpo. Fuerte. Me sentía muy fuerte. Fuerte de convicciones. Fuerte de felíz. Fuerte de querida. Fuerte de paz. Fuerte. Cada uno sabe con quien va por la vida. Yo tengo fe que Dios me guía.. Me preguntaban como me animaba a irme sola tan lejos, a un país que vive tan distinto, con un idioma incomprensible. Me preguntaba porqué no corría 100km en Argentina. Y si decía que Dios me estaba llevando de su mano, cuantos me hubieran creído? Porque la fuerza con la que se abrían los caminos, no era por casualidad. Yo lo sé. Lo sé porque conozco mi historia y porque reconozco mis huellas. Recuerdo cuando desembarqué en Olavarría hace casi un poco más de dos años, pero más recuerdo cómo desembarqué. Y todo lo que le pedí a Dios entonces. Y todo lo que me cuidó y me cuida...(continuará...)


Lo que puede hacerse o no puede hacerse, depende de cómo se piensa. Si algo no puede hacerse, no hay que dejar de hacerlo, sino cambiar de forma de pensar. La legión perdida.


viernes, 29 de diciembre de 2017

TENEMOS QUE SER FUERTES !

Voy a parafrasear a Don Quijote para comenzar mi nueva entrada: "el año que es abundante de poesia, suele serlo de hambre". Me impresiona este pensamiento.

De una manera atrevida, acoto y digo: el año que es abundante en el arte todo, y en el deporte todo, suele serlo de hambre. Es cuando más queremos ser fuertes. Tenemos que ser fuertes, lo que nos deja muy lejos del engañoso "estar fuertes". Por lo menos en mi concepto.



No es lo mismo que pase por delante de nuestros ojos, un hombre agraciado, o una mujer despanpanante, ilustrando asi el concepto de "estar fuerte"  para que usted me entienda, y en un lenguaje tremendamente vulgar, a que pase por delante nuestro, un hombre o una mujer fuerte.



En estos tiempos ser fuertes es un desafío obligatorio, y estar fuertes es una ilusión que nos venden ciertos mercenarios para malvivir de los espejismos.

Para los que estamos decididos a enfrentar una época que intenta despojarnos de la esperanza, de los sueños, de los pensamientos propios, y de los valores fundamentales, de las acciones solidarias, y comprometidas es urgente ser fuertes.



En mi caso, el deporte me ha preparado y me prepara para ser fuerte  y más en estos días que corren, no caer vencida en este mar de calamidades. Estar fuerte es el culto al cuerpo pero ser fuerte es otra cosa:  un cuerpo y una mente saludables. Ser fuerte es ser valiente. Siendo fuerte uno ama hasta la médula, la vida toda, los ideales, al otro, y a uno mismo.



Hoy conseguí superarme en concentración, equilibrio, paciencia, y fuerza, desafiando mi ultima marca en plancha frontal con variantes. Logré sostenerme una hora en esa posición despues de casi seis meses de entrenamiento. Y no lo cuento como hazaña, sino como avisando a los criminales de estos tiempos, que me estoy preparando para que no puedan derrotarme, quedándose con mis esperanzas y mis anhelos mas preciados. De ninguna de las formas posibles quiero que me sometan. Porque ser fuerte es el camino para ser libre.


Aquí el vídeo completo. La hora conquistada. Y mi agradecimiento a Julian Etchegaray, mi profe, y a su equipo por preparar lo necesario para que pueda lograrlo. El aliento y las fotos, agradecida a mi amiga Cris.



 

domingo, 3 de diciembre de 2017

"La vida consiste en arder en preguntas" Antonin Artaud

Se acuerdan?

Por las circunstancias 
nacionales, se reprograma 
la Unión de Los Pueblos 
para el 10 de diciembre


Eh? Esa fué mi primer pregunta

qué sucedió? Esta fue mi segunda pregunta

A cuáles circunstancias nacionales se refieren? Y ésta, mi tercer pregunta

Tengo hoy la certeza, el día exacto en qué comienza el duelo nacional por los 44 tripulantes del Ara San Juan (y aunque mantenga mi fe en que se encuentran con vida y que los van a encontrar). Hoy. Hoy, domingo 3 de diciembre de 2017, no el 23 de noviembre pasado, comienza el duelo. Así, lo dijo el Presidente Mauricio Macri hace dos días. No antes. Entonces sigo preguntando:

Porqué nos mintieron? 
El CAVO a través de la voz de Patricia Herr nos mintió sobre un duelo nacional sin muertos ante los hechos complicadísimos por los que atravesaba el submarino San Juan, y cuando se estaba en medio de todos los preparativos para el rescate de los 44 tripulantes con vida, siendo este momento la esperanza de todos los argentinos y mucho más de sus familias. También responsabilizó al gobierno municipal de acatar las ordenes nunca dadas por el gobierno nacional. Y también responsabilizó al gobierno municipal de falta de apoyo para realizar el evento deportivo que estaba enmarcado en los actos.
Tengo la certeza que el gobierno municipal "suspendió" los actos conmemorativos del Aniversario de la Ciudad de Olavarría. También tengo la certeza que el gobierno municipal no le cortó las piernas al CAVO para realizar la prueba Unión de Los Pueblos. Tengo la certeza que el CAVO miente a través de los años. Pero que si uno arde en preguntas (gracias Artaud por inspirar mi nueva entrada) seremos menos boludos.





Porqué suspendieron la carrera?
Porque especulan con la tragedia que nos conmueve hasta la médula a los que somos personas de buena fé.






No había suficientes inscriptos?
Dentro del duelo nacional inventado por el CAVO se subió esta invitación para continuar inscribiendose a lo que ellos mismos denominaron en el marco de una "gran tristeza", lo que sería "una fiesta". Si había suficientes inscriptos, porqué no respetar el duelo en vez de seguir preparando "la festichola" y arengar a que se anoten más corredores? Claro, es clarísimo. Especular con una tragedia que les vino como anillo al dedo. 


Porqué Florencia Juarez borró con el codo, lo que escribió con la mano? 

La respuesta, la dejo a su criterio, estimado lector.
Quedan 7 días para "la fiesta". De esos 7 días, 3 son para el duelo. El próximo fin de semana, usted, tiene ganas de festejar algo?


El mundo se divide sobre todo, entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar. Eduardo Galeano