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viernes, 27 de abril de 2018

No hace falta escribir sobre China, escribe sobre lo que llevas dentro ( Henry Miller) II parte de mi crónica de China Ultra100km

El sábado 7 de abril, subimos a la camioneta de mi hijo, rumbo al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini ( Ezeiza). Estábamos felices, emocionados. Las palabras de un hijo, uno no las olvida. Y cuando son dos, los hijos que hablan, las palabras son puentes de amor. Son el Norte. Son un abrazo que cruza mares, océanos, montañas, desiertos. Podés perderlo todo en el viaje, pero no sus palabras. Y, como si fuera poco, Blanca, mi amiga de todos los tiempos, nos acompañaba. Compartir la alegría intensa, profunda, con los amigos, es reconfortante. Y las sorpresas...que al darme la vuelta, después de hacer el chek-in, me encuentro con la sonrisa inmensa, de Martín, mi gran y leal amigo gladiador, momento que mis hijos habían reservado silenciosamente para hacerme mas felíz todavía. Estaban todos complotados en esa sorpresa, y ese gesto me lo metí bien adentro del corazón. Iba a estar 36 horas volando. Imaginando mi carrera. Mi batalla. Mis rituales. Mi gente. Mi gatita Tasha. Gente nueva, lugares nuevos.

Joquín, uno de mis hijos amados.


La despedida en el Aeropuerto: Blanca, Martín
y mi hijo!




Mi primer destino, era Hong Kong, previa escala de once horas en el aeropuerto de Dubai, para luego sí, volver a embarcar rumbo a Hong Kong, que significaban ocho horas más de vuelo. Tenía un lindo tiempo para ejercitar mi paciencia ultra y recorrerme el aeropuerto de Dubai, unas cuantas veces...no muchas porque es inmenso y derrocha lujos y tentanciones por todos sus poros. Hay que ser muy fuerte para no caer rendido en sus brazos. Yo lo fui. Solo le consumí un café...mas no le iba a dar. Las once horas se me pasaron volando (vaya coincidencia). Llegué al aeropuerto de Hong Kong a las 21.30 del lunes 9 de abril, y en ese instante comenzaba a librar mi primer batalla: llegar al hotel donde pasaría la noche, para luego, al otro día, llegar a mi tan anhelado destino: Guilín.

En el Aeropuerto de Dubai.

En el Aeropuerto de Dubai


Cuando puse mis pies en el Aeropuerto de Hong Kong, saqué mi libretita, donde había anotado todas las indicaciones que me dió Luiz, mi amigo de mis ultras en Brasil. Lo primero que noté es que las cosas se iban a suceder tal como él me había indicado. Todo está perfectamente señalizado. No tenía porqué perderme. Y si en algún momento dudaba, preguntar era la mejor opción. Los hongkoneses son extremadamente solidarios. Para eso también me había hecho, siguiendo el consejo de Luiz, unos cartelitos con el nombre de las ciudades, y palabras claves que iba a necesitar decir, para llegar en primer instancia al hotel y no morir en el intento. Palabras como metro, tren, taxi, hotel, M1 Hotel North Point (con su mapita incluído); y desayuno, bananas, pollo, huevo y cosas así, para no morir de hambre. Esa estrategia fue muy útil y me salvó más de una vez. Como tambien bajarme una app para poder traducir del español al chino y tambien al inglés.
Mi libretita

Cartelitos



 Todo hubiera sido más fácil si me tomaba un taxi directo al hotel...y más costoso. Pero imagino que casi todos ustedes saben cual es mi espíritu, cuando de aventuras y desafíos se trata. Me preparé bien en Argentina (por lo menos así lo creo) para poder atravesar una ciudad majestuosa y de noche, en los medios de transporte si se quiere, mas accesibles y económicos, donde me iba a encontrar con muchos chinos y muchas situaciones para resolver. Iba a mantener mi mente alerta, iba a aprender más, iba a ser más complicado sin dudas, pero pasar por alto el verdadero ritmo de la vida honkonesa, su corazón más vivo que nunca, no tenía perdón. Iba a estar ahí, un sólo día. Lo iba a exprimir.

Cada 100 metros el mundo cambia. (2066). Y eso es Hong Kong. Cien metros y cambia...otros cien metros y cambia...

Emprendí la búsqueda de mi hotel siguiendo los carteles que me llevarían al tren Airport Express, tal como lo tenía anotado en mi libretita. Tenía que bajarme en la Estación Hong Kong. Lo hice. De ahí tenía que caminar siguiendo los carteles, y llegar a la Estación Central. Caminar, lo que se dice caminar era un juego que jugué como una niña, de escaleras mecánicas y ascensores por doquier. Una maravilla. No se olviden que además iba con una mochila y una valija XL, tratando de no atropellar a ningún hongkones. Pero lo hice con una habilidad que me sorprendió (la de atropellar, ja). Pero tranquilos, la superpoblación en Hong Kong, no mermó despues de mi paso desafiante por esos lares. Una vez que llegué a la Estación Central, debía buscar el metro, la línea azul, (Línea Island Line) y bajarme en la sexta estación: North Point. Si lograba llegar hasta allí, a pocas cuadras debería estar mi hotel.

La red de metros donde me sumergí!


Salí del metro. Subí las escaleras y respiré el aire de Hong Kong. Muchas personas iban y venían con mascarillas. La contaminación es un tema alarmante. Pero yo me llené los pulmones igual como queriendome meter esos mil kilómetros cuadrados en el alma y de una bocanada, para no olvidarme jamás. Pero fue ahi, parada, que no supe si tenía que caminar hacia la derecha o hacia la izquierda. Tenía el mapa pero el cansancio ya no me dejaba discernir con claridad. Fue entonces que cruzamos las miradas con un pibe chino que también salía del metro. Y le digo en un terrible inglés: "you can help? I have to get here" (mostrándole el cartelito con la dirección del hotel). No solo me indicó hacia donde tenía que ir sino que tomó mi valija XL, y me acompañó hasta la puerta del hotel, que no fueron más de 5 cuadras, pero para mi desorientación era una inmensidad. Un ángel, el pibe. Y así, contentísima hice mi entrada triunfal, cual guerrera salida del tunel del tiempo, al  M1 Hotel North Point. Tranquila. Más cerca de mis 100km. Agradecida.

Después de dejar la valija XL y sacar cosas de mi mochila en la habitación del hotel, me fui a caminar por Hong Kong, cené en un restaurante internacional (tratando de seguir lo más ordenadamente posible la alimentación para mi carrera), y me fui a dormir, con la ansiedad que me provocaban esas horas que me separaban de mi destino final y que me iba a marcar para siempre: Guilín.

Hong Kong es impresionantemente concurrido. Con sus más de siete millones de personas, repartidas en poco más de mil kilómetros cuadrados, es sorprendente saber que para colmo que su extensión es mínima, no toda es habitable. Hong Kong tiene una geografía llena de colinas y escarpadas. La población se amontona en pequeños segmentos, lo que lo hace bien increíble para pensar que hay lugar para todos. Y ahi están. Con más de mil doscientos rascacielos, Hong Kong es una ciudad vertical empeñada en dominar el entorno a base del ingenio. Plagada de lujosas galerías comerciales, son los hacedores de un ecosistema propio de pasajes subterráneos, ascensores y escaleras mecánicas. Y lo estaba viendo. Viviendo. No me alcanzaban los ojos para ver, asi que abrí todos mis sentidos. Mi corazón estallaba de alegría y curiosidad, de saberme al otro lado del mundo, y qué mundo tan diferente y poderoso, con toda la energía para alimentarme de acá a la China. (nunca mejor dicho).

Hong Kong

Hong Kong


A la mañana siguiente y después de desayunar mi próximo desafío era llegar en metro a la frontera con China Continental y bajarme en la estación Lok Ma Chau. De ahi, el metro a Shenzhen. Pasar los controles y buscar la línea 4 (roja) que me dejaba en la misma estación donde salía el tren para ir a Guilín. Para conseguir pasaje en ese tren bala, es necesario sacarlos con bastante antelación (una semana, diez días). Quien estuvo ahi? Quien sacó mi pasaje? Si, señores!!! Adrián!!! Que con solo mandarme la foto a mi celular, del boleto, y en su momento mostrarlo en ventanilla, ya era suficiente para comprobar que tenía mi boleto de tren y qué podía viajar a Guilín.

Mi pasaje a Guilín


Me subí a ese tren bala y recorrí los seiscientos kilómetros que me separaban de mi destino final, nada más y nada menos que en 3 horas. Recorrí toda esa extensión de formaciones rocosas bajo un  cielo gris, mezclado con bancos de niebla, que lo hacían más fantástico todavía, presagiando lo que iba a ser días más tarde, el recorrido de los 100km. Disfruté de esas vistas y de esos medios de transportes tan bien diseñados, que se deslizaban silenciosos como una serpiente ondulante, y veloces como una chita a la caza de su presa.. Es sorprendente la puntualidad en la salida y la hora de llegada de los trenes. Todo perfectamente coordinado. El servicio a bordo. La comodidad. Cuando me senté y puse a mi lado mi valija XL, se acercó una azafata y me indicó (en inglés) que había un lugar para guardarla y que así, yo viajaría más cómoda. Asi fue, un compartimento especial para guardar valijas, incluso la mía. Y la velocidad in crescendo...

El tren bala.

El tren bala.


Llegué a Guilín, a la hora señalada. Y la grata sorpresa fue, cuando al salir de la estación, Adrián estaba esperandome para darme la bienvenida y darme las últimas indicaciones para que pueda llegar a Yangshuo, donde estaba mi hostel y la largada de China Ultra 100km. Tan cerca de mi batalla, y yo tan plena...

Yangshuo es una localidad muy pequeña de poco más de 300.000 habitantes, ubicada a 60km al sur de Guilín y a orillas del río Li. Sus colinas tan particulares y bellas son de orígen calcáreo. La base de su economía es la agricultura, pero es también una de las zonas preferidas del turismo nacional e internacional. Tal es así, que en las calles se forman verdaderos mercados de artesanos, donde venden sus pintorescas creaciones. Comprarles y encontrar el mejor precio tambien es un arte que conviene desarrollar. Es donde se pone de manifiesto el famoso regateo. Y créanme que estuve fantástica y a la vez sorprendida de haber desarrollado en pocos días, la habilidad del regateo...creo que en la próxima vida seré actriz.

Llegué a Yangshuo al atardecer del mismo martes 11 de abril. Pregunté por mi hostel, con mis cartelitos a una mujer china que no solo me indicó, sino que me acompañó hasta donde tenía que ir, caminando ella adelante, haciendo señas y hablando cosas incomprensibles para mí, y yo detrás con mi valija XL, obediente, y entregada a sus pasos. Cuando llegamos, después de agradecerle, ella siguió su camino. Otro ángel...

Poner un pié en ese hostel fue tambien empezar a vivir detenida en el tiempo. No faltaba nada. Todo era sencillo, agradable, armonioso, limpio. Atendido por personas muy solidarias, especiales. Y como si fuera poco, se alojaban también en ese hostel, una española y un estadounidense con quienes entre otras cosas pude confiar la traducción del idioma. Si bien tenía mis cartelitos y la app, con ellos, todo se hacía más fácil y eficiente.

Mi hostel en Yanshuo

Mi hostel en Yanshuo.


Los días previos a la carrera pude disfrutar a pleno de los paisajes y de los mercados artesanales. Esas largas caminatas me ayudaban a esperar tranquila mi batalla. Pero también me emocionaba a cada rato. Situaciones de la vida cotidiana que mostraban claramente una forma de vida austera, no pobre, pero simple. Una filosofía de vida que mi padre me enseñaba cada día de su vida, y que al recordarlo, en esas tierras, me conmovía, me acercaba a él, añorándolo, resonando aún sus palabras en mi cabeza. Una filosofía que acá en Occidente, y en esos tiempos, le costó la vida. Tengo que parar de escribir. Con los ojos empapados no puedo seguir. Denme unos minutos...

La vida en Yanshuo

Un pintor.

Paseando.


En una de esas caminatas, cruzando un arroyito, veo a una mujer lavando la ropa en sus orillas, y golpeando con fuerza sus prendas, sobre las piedras para limpiarlas...era una imágen de la edad media. Quise fotografiarla, pero muchas veces, durante mi estadía en Yangshuo, me sucedía sentir que no debía hacerlo. Que debía guardar esas imágenes en el corazón y en la mente. Ví pintores dibujando paisajes, que frente a su sencillo atril pasaban horas desarrollando sus obras, sentados en un rudimentario banquito. Los vendedores ambulantes. La arquitectura. Todo estaba armoniosamente detenido en el tiempo. Y llego hasta acá con esta segunda entrada porque bien dicho está: No hace falta escribir sobre China, hay que escribir sobre lo que llevas dentro. Y dentro mío llevaba las ansias de aprender, de compartir, de agradecer, de correr, de vivir...(continuará...)


Simple.
Yanshuo y yo.

6 comentarios:

  1. Hermoso, Susana. "Como no iban a alcanzar mis ojos, debí abrir mis otros sentidos". Esperamos ansiosos el próximo relato. Betina

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  2. Muchas gracias Betina! Un beso grande!

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  3. Al leer esta crònica, me siento muy cerca. Què lindo leer un texto y la imagen que acompaña y completa el decir. Què bueno tantos detalles que nos permiten acompañarte desde nuestra vivencia. Muy bueno, Su. Un testimonio que vale la pena convidarle a otros lectores. La escritura trasciende y hace eternil la experiencia. Ahora ya la disfrutamos varios.

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  4. Gracias otra vez, amiga! Gracias por acompañarme cabalmente. Gracias por estar en la estación de tren en Constitución y por estar en el aeropuerto rumbo a China. Gracias por estar en los malos y en los buenos tiempos.

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  5. Haaa, que placer leerte y andar paseando por china con tu relato!!!

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  6. Muchas gracias Flor querida! Gracias por leer mi segunda parte!!! Un fuerte abrazo gladiador!!!

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